sábado, 21 de marzo de 2015

Los trenes silbaron... y se fueron, Celso Peyroux

Los últimos druidas
Los trenes silbaron
y se fueron

Celso Peyroux

A veces no hay una segunda oportunidad para coger el tren. Por estos valles afloraron los árboles petrificados y, muy a pesar del agorero Palacio Valdés y su “Aldea perdida”, salieron a la luz en forma de carbón. Toda una revolución en los siglos XIX y XX que cambiaron por completo el ser y la forma de vivir de cientos de personas. Silbaron los trenes arriba y abajo y, un mal día, todo se acabó. Ni ingenieros, ni políticos supieron hacer sus trabajos y así quedaron sepultadas cientos de toneladas del preciado oro negro escritas en páginas con dolor y sangre. En Quirós, los especuladores de siempre quieren volver en busca del tiempo perdido. Es un libro cerrado para siempre y el último tren hace ya muchos años que silbó por última vez. Las entrañas de la tierra quedaron al descubierto como buey desollado en la capa de “La Olga” en Ventana y ahí queda para siempre su cicatriz. El turismo y los nuevos tiempos se llevan mal con quienes degradan pastizales y bosques. Si el laboreo fuera por extracción interna, otro tren silbaría.

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