Celso Peyroux
Cronista oficial de Teverga.
Los tres valles están rodeados de piedra. Caliza blanca de montaña con las más diversas alegorías y metáforas cinceladas por el viento, la lluvia y la nieve en sus laderas. Las piedras son a estas tierras como las olas a la mar, las arenas al desierto y las nubes al cielo. Pueblos construidos en piedra: casas humildes y solariegas; palacios y mansiones con sus escudos; cabañas y corros en las brañas y los invernales, cuadras y establos en las aldeas; viejos molinos de escanda y de maíz; corras para recoger las castañas; cercados y muros en los pastizales; puentes para unir comunidades; iglesias y ermitas con sus espadañas y en el fondo del valle la insigne Colegiata de San Pedro como –“…un poema romántico de piedra, delicado himno de dulces líneas de belleza muda y perenne…” (Leopoldo Alas, en La Regenta).
Y un día de otoño del año de gracia de dos mil trece llegaron los Príncipes de Asturias a este pétreo y bello lugar donde los pastos son verdes; se arrulla el viento en los hayedos; cantan los ríos la balada del olvido y brilla la luz de la cercana Babia. Lo hicieron en olor/loor de multitudes para entregarnos el título de “Pueblo ejemplar” de las Asturias por la labor realizada por su comunidad vecinal. Mayores, jóvenes y niños, todos participaron en un loable trabajo que pasará a los anaqueles de la Historia como una jornada grande y luminosa. Las Bellas Artes, la artesanía de la madera, la escena teatral, la limpieza y ornamentación, la gastronomía, la alegría, el encuentro de sentimientos, el otoño y otras luces (en los versos de Ángel González) y… la palabra se unieron en una romería popular.
A la vera de la Colegiata (piedras centenarias del románico) se erigió otra piedra para dejar en el bronce vivo la semántica del galardón resguardado por la enramada del tejo cantado por Alfonso Camín: “…La más antigua ermita/ tiene en Teverga un tejo/ se sabe el siglo que labró la piedra/ mas no la mano que plantó el renuevo…”
Lo decía Pepín Efe Colada a las pocas horas de que se fuera la Real pareja: “Visitaron Teverga, ahora ya pueden ser Reyes”. Fue aquélla una noche estrellada proclive a la meditación –que buena falta nos hace- para preguntarnos sin respuestas: ¿Dónde estamos? ¿Quiénes somos? Y ¿Qué hacemos aquí? si no es para amarnos, servir a los demás y ver en los detalles mínimos las grandes cosas.
Y así fue. Un día sonaron los clarines para decirnos que, aquel niño de los cabellos de oro que conocí una noche en el Patio de los gatos del Reconquista, era el nuevo Rey de aquella España unida, democrática y en libertad que tanto deseábamos los jóvenes de la prodigiosa generación de los sesenta.
Corrió el tiempo y hora es de pasar la antorcha a un pueblo hermano que merece tan grata distinción. Recuerdos más que nostalgias, alegría en vez de tristezas. Felices por la labor cumplida y abiertas las gentes de estos valles a hermanarse con las tierras de Boal donde el néctar de las flores se hace miel, los campos y las colinas tienen el verdor de la esperanza y la piel del padre río es un remanso de paz: “…Campos que yo conozco, cielos donde he existido/ piedras donde he amasado mi corazón pequeño,/ bosques donde he cantado; sueños que he padecido…”
Pronto subiremos al amor. Hacia el olor serrano de La Bobia, apoyados en los versos del poeta de la tierra, Carlos Bousoño: “…Asciende, sube. Amor te espera./ La cima es alta. Escaso, el aparejo…” Veremos de nuevo los dólmenes de Llaviada; contemplaremos el horizonte desde Penouta con un manojo de frutos de la mar, allí cercana, entre las manos: “…Desde aquí yo contemplo, tendido, sin memoria,/ el campo. Piedra y campo, y cielo, y lejanía./ Mis ojos miran montes donde sembró la historia/ el dulce sueño amargo que sueñan todavía.…”. Recorreremos la villa, palmo a palmo, con el corazón cálido hacia el emigrante que nunca regresó: “…Ven hacia mí. Mis brazos crecen, huyen/ donde los tuyos la mañana aquella…”. Viviremos con los vecinos otra bella jornada que quedará escrita sobre la pizarra de sus tejados y seguiremos subiendo hacia el amor con el poeta: “…Os amo, os amo, campos, montañas, terco empeño/ de vivir sabiendo que es vano mi latido/ de amor. Mas te amo, patria, vapor, fantasma, sueño…”.
Bien hallados sean los Reyes de España a este solar de Historia y verso. Los más profundos deseos de Paz y bienestar, solidaridad y justicia en “…estos tiempos de ojos bizcos y córneas torturadas…” (A. González) donde los renglones de Voltaire alcanzan un espacio inmenso entre los hombres y mujeres de buena voluntad y recta interpretación de los valores más profundos del ser humano. “El corredor de la tentación de Zadig” se me antoja un libro propicio para estos días de confusión y alarma social. Páginas abiertas a la honestidad para que bailen de alegría los mansos de corazón sin que en sus bolsillos suenen las monedas usurpadas al sudor ajeno.
Felicidad a raudales para todos. Jornada de júbilo en las tierras de la miel y palabras de elogio para la hoy Fundación Princesa de Asturias por una labor que merece el mayor de los respetos y consideraciones. Plaudite cives!
Los tres valles están rodeados de piedra. Caliza blanca de montaña con las más diversas alegorías y metáforas cinceladas por el viento, la lluvia y la nieve en sus laderas. Las piedras son a estas tierras como las olas a la mar, las arenas al desierto y las nubes al cielo. Pueblos construidos en piedra: casas humildes y solariegas; palacios y mansiones con sus escudos; cabañas y corros en las brañas y los invernales, cuadras y establos en las aldeas; viejos molinos de escanda y de maíz; corras para recoger las castañas; cercados y muros en los pastizales; puentes para unir comunidades; iglesias y ermitas con sus espadañas y en el fondo del valle la insigne Colegiata de San Pedro como –“…un poema romántico de piedra, delicado himno de dulces líneas de belleza muda y perenne…” (Leopoldo Alas, en La Regenta).
Y un día de otoño del año de gracia de dos mil trece llegaron los Príncipes de Asturias a este pétreo y bello lugar donde los pastos son verdes; se arrulla el viento en los hayedos; cantan los ríos la balada del olvido y brilla la luz de la cercana Babia. Lo hicieron en olor/loor de multitudes para entregarnos el título de “Pueblo ejemplar” de las Asturias por la labor realizada por su comunidad vecinal. Mayores, jóvenes y niños, todos participaron en un loable trabajo que pasará a los anaqueles de la Historia como una jornada grande y luminosa. Las Bellas Artes, la artesanía de la madera, la escena teatral, la limpieza y ornamentación, la gastronomía, la alegría, el encuentro de sentimientos, el otoño y otras luces (en los versos de Ángel González) y… la palabra se unieron en una romería popular.
A la vera de la Colegiata (piedras centenarias del románico) se erigió otra piedra para dejar en el bronce vivo la semántica del galardón resguardado por la enramada del tejo cantado por Alfonso Camín: “…La más antigua ermita/ tiene en Teverga un tejo/ se sabe el siglo que labró la piedra/ mas no la mano que plantó el renuevo…”
Los entonces Príncipes de Asturias el pasado otoño en Teverga
ante el monolito situado al lado de la Colegiata.
Lo decía Pepín Efe Colada a las pocas horas de que se fuera la Real pareja: “Visitaron Teverga, ahora ya pueden ser Reyes”. Fue aquélla una noche estrellada proclive a la meditación –que buena falta nos hace- para preguntarnos sin respuestas: ¿Dónde estamos? ¿Quiénes somos? Y ¿Qué hacemos aquí? si no es para amarnos, servir a los demás y ver en los detalles mínimos las grandes cosas.
Y así fue. Un día sonaron los clarines para decirnos que, aquel niño de los cabellos de oro que conocí una noche en el Patio de los gatos del Reconquista, era el nuevo Rey de aquella España unida, democrática y en libertad que tanto deseábamos los jóvenes de la prodigiosa generación de los sesenta.
Corrió el tiempo y hora es de pasar la antorcha a un pueblo hermano que merece tan grata distinción. Recuerdos más que nostalgias, alegría en vez de tristezas. Felices por la labor cumplida y abiertas las gentes de estos valles a hermanarse con las tierras de Boal donde el néctar de las flores se hace miel, los campos y las colinas tienen el verdor de la esperanza y la piel del padre río es un remanso de paz: “…Campos que yo conozco, cielos donde he existido/ piedras donde he amasado mi corazón pequeño,/ bosques donde he cantado; sueños que he padecido…”
Pronto subiremos al amor. Hacia el olor serrano de La Bobia, apoyados en los versos del poeta de la tierra, Carlos Bousoño: “…Asciende, sube. Amor te espera./ La cima es alta. Escaso, el aparejo…” Veremos de nuevo los dólmenes de Llaviada; contemplaremos el horizonte desde Penouta con un manojo de frutos de la mar, allí cercana, entre las manos: “…Desde aquí yo contemplo, tendido, sin memoria,/ el campo. Piedra y campo, y cielo, y lejanía./ Mis ojos miran montes donde sembró la historia/ el dulce sueño amargo que sueñan todavía.…”. Recorreremos la villa, palmo a palmo, con el corazón cálido hacia el emigrante que nunca regresó: “…Ven hacia mí. Mis brazos crecen, huyen/ donde los tuyos la mañana aquella…”. Viviremos con los vecinos otra bella jornada que quedará escrita sobre la pizarra de sus tejados y seguiremos subiendo hacia el amor con el poeta: “…Os amo, os amo, campos, montañas, terco empeño/ de vivir sabiendo que es vano mi latido/ de amor. Mas te amo, patria, vapor, fantasma, sueño…”.
Bien hallados sean los Reyes de España a este solar de Historia y verso. Los más profundos deseos de Paz y bienestar, solidaridad y justicia en “…estos tiempos de ojos bizcos y córneas torturadas…” (A. González) donde los renglones de Voltaire alcanzan un espacio inmenso entre los hombres y mujeres de buena voluntad y recta interpretación de los valores más profundos del ser humano. “El corredor de la tentación de Zadig” se me antoja un libro propicio para estos días de confusión y alarma social. Páginas abiertas a la honestidad para que bailen de alegría los mansos de corazón sin que en sus bolsillos suenen las monedas usurpadas al sudor ajeno.
Felicidad a raudales para todos. Jornada de júbilo en las tierras de la miel y palabras de elogio para la hoy Fundación Princesa de Asturias por una labor que merece el mayor de los respetos y consideraciones. Plaudite cives!
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