Los últimos druidas
De marqueses
y cronistas
Celso Peyroux
De muy poco sirvió el marqués de Valdecarzana por estas
tierras si no es el “Castañeo de Mil” con sus centenarios árboles y poco más
que contar. Es decir, sí, la servidumbre de la época y otras sombras y menos
luces. Sin embargo, Zenón de Somodevilla hizo una radiografía, a mediados del
siglo XVIII, recorriendo casa por casa los pueblos del reino. Hoy el Catastro
de la Ensenada es un preciado documento en el que todos los escritores y
cronistas deberíamos reflejarnos para ver los pómulos enrojecidos de vergüenza.
Unos y otros -entre ellos los ínclitos y respetados compañeros del RIDEA y
otras instituciones públicas y privadas- estamos obligados a rescatar, difundir
y defender lo poco que nos queda de nuestra Asturias rural. Cada uno defiende
su parcela y así dejamos la pobreza literaria y documental para los que vienen
detrás. Veinte cronistas oficiales para toda la región da mucho que pensar en
algunos políticos del tres al cuarto. A propósito, Gustavo A. Fernández sería un
buen cronista para Grado.
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