Los últimos druidas
El don
de la palabra
Celso Peyroux
Siempre tengo a mano aquellos versos universales de Paul
Eluard: “…Y por el poder de una palabra/ vuelvo de nuevo a la vida/ he nacido
para conocerte/ para nombrarte/ Libertad.” Y es que si toda una Audiencia
Nacional y los gerifaltes de la SBS hubieran tenido en cuenta las pruebas
presentadas por los “cincuenta-y-cinco” magníficos –que injustamente se
quedaron sin labor- de la Fábrica de Trubia a través del donde la palabra –oral
y escrita-, a estas alturas la Paz y la gloria habrían buscado nido en estos tiempos
como lo hacen las aves que comienzan a construir sus hogares para la
supervivencia de la especie. Si algunos políticos del tres al cuarto se
hubieran implicado, el Nalón sería un manso cauce y la villa un remanso de
bonanza con nuevos horizontes por las perspectivas de trabajo que tiene la
empresa. Pero no. Sus picos de oro se callaron y hubo de ser el pueblo llano y
los despedidos quienes evitaron, por el momento, una borrosa página de
“terrorismo laboral”. Se acerca el milagro de la primavera y con él la
esperanza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario