viernes, 11 de marzo de 2016

La canción minera: primera persona femenina singular, de Monserrat Garnacho

Ponencia del Primer Encuentro de Escritores de la Mina. Abril 2001

Me parece un gran acierto la iniciativa de GRUCOMI de celebrar este I Encuentro de Escritores de la Mina precisamente ahora, a principios del siglo XXI, cuando la minería asturiana del carbón está a punto de ya solo en palabras y memoria, pero conserva aún una actividad y una voz propias y vivas. Y me parece un acierto, en primer lugar, por lo que el Encuentro supone de punto de arranque para una necesaria valoración crítica de la obra de todos los autores que, en los últimos ciento cincuenta años, han escrito sobre la mina con frecuencia desde una experiencia directa y por tanto, en el futuro irrepetible, como es el caso de Mánfer de la Llera, César Rubín y de muchos de los aquí presentes; pero también porque, además de su valor literario y documental, creo que la obra de estos autores está destinada a cobrar una importancia añadida: la de convertirse en puerta de acceso ineludible para todo aquel que en el futuro quiera conocer el mundo del carbón, ahora que la minería asturiana está convirtiéndose en ya sólo pasado y memoria y todo aquel que quiera regresar a ella tendrá que embarcar necesariamente sus ojos, sus preguntas, su nostalgia en experiencias ajenas y palabras prestadas... Prestadas, en buena medida, por estos escritores, pero prestadas también, no lo olvidemos, por una importantísima tradición de palabras populares y anónimas que -y esta es la propuesta concreta para futuros Encuentros- deberíamos empezar a recoger y valorar también: chistes, cuentos, apodos, motes, topónimos, pintadas, refranes, frases hechas y, sobre todo, canciones mineras. E insisto en ese sobre todo porque creo que estaremos de acuerdo en que, si la razón fundamental de este Encuentro es la de reflexionar sobre la importancia de la palabra como vehículo del mundo y el sentimiento minero, sin duda debería ser objeto clave de nuestra reflexión ese tipo de palabra nacida precisamente con la intención de ser puro sentimiento: la palabra de la canción minera.
Afortunadamente, existe un importante número de canciones mineras; afortunadamente, aunque con los mismos problemas que el resto de nuestra canción tradicional, la canción minera sigue formando parte del repertorio de todos los cantantes de canción asturiana y sigue estando presente, si no ya en el tayu o en el chigre, si en todos los concursos de tonada que se celebran en nuestra región; afortunadamente, la canción minera empieza a despertar un creciente interés, empieza a cristalizar en iniciativas serias y concretas, como por ejemplo la que en las próximas Jornadas de estudio de la Canción Asturiana que se celebran cada enero en la Casa de Cultura de Mieres y que organiza, infatigable, el cantante mierense José Manuel García, se dediquen, precisamente a la tonada minera.
Pues bien, aprovechando este Encuentro, y para llegar de una vez por todas al asunto que se anunciaba en el título de nuestra ponencia, queremos recordar que, dentro del mundo del sentimiento minero, hay también un mundo expresándose en primera persona minera y femenina, aunque en muy pocos casos -y avisamos de ello ya desde ahora- podamos encontrarlo convertido en canción. Y queremos hacer desde aquí una invitación a todos aquellos que en el futuro quieran acercarse al mundo de la canción minera y el sentimiento que encierra: una invitación a que, cuando se encuentren con que prácticamente no existe canción minera en femenino, conviertan precisamente ese silencio en un porqué que ellos traten de resolver...
¿Qué sentían las mujeres mineras? ¿Por qué no existen apenas canciones en femenino? ¿Por qué, si a lo largo de los siglos XIX y XX -si bien es cierto que en número muy inferior al de los hombres y casi siempre con una provisionalidad sometida a las circunstancias masculinas-, trabajaron en la minería asturiana -al igual que en todas las minas europeas- miles y miles de mujeres en todas las labores mineras -lampisteras, vagoneras, muleras, pinchas, frenistas, maquinistas, picadoras, rampleras-, no nos ha llegado más que un par de canciones con sujeto minero femenino? ¿Es que acaso las mineras no cantaban? ¿O no tenían sentimientos de mineras? ¿O tal vez, cuando querían cantarle a la mina se limitaban a diluir su sentimiento en "canciones de minero" de género ambiguo o bien cantar canciones "a los mineros" de las que sí tenemos tantas? ¿Por qué ese silencio?
No falta, desde luego, la voz femenina en la canción minera si lo que buscamos no es un yo protagonista, sino un mero espectador, un yo esposa, madre, novia, hija, vecina, compañera de mineros:
Mineru lu quiero, madre,
aunque me gane bien poco,
que mineru fue mio padre
y nun quiero salir del tronco.
Y, en efecto, tampoco es difícil reconocer sentimientos femeninos en ese nosotros, los mineros, que en tantas canciones se cantan a sí mismos, en una Asturias donde la palabra minero dejó pronto de nombrar un tipo de trabajo para convertirse en un gentilicio:

De Laviana a Carbayín,
viva la xente minera,
Pumarabule y Candín,
Saús y la Mosquitera.
Y tampoco faltan, paradójicamente, las canciones que, con voz masculina o femenina, tienes a les carboneres como objeto temático y poético. Y en ese sentido, podemos tomar como ejemplo el de la famosa canción la carbonera, aparecida ya en los primeros tiempos de la minería asturiana y que popularizó Faustino Galán, Tino el Pitu, de Bimenes. Y creemos que merece la pena repasar atentamente su letra porque quizá en ella encontremos por fin una clave que nos ayude a aventurar alguna respuesta a la pregunta que antes nos hacíamos sobre el silencio de las mujeres en las canciones de la mina... Porque es que en La Carbonera, por fin, el yo que arranca a cantar es un yo femenino... Pero un yo que, -y nos parece significativo- aguanta sólo la primera estrofa y desaparece ya en el sexto verso convertido de nuevo en ella, quizá para mayor comodidad del yo masculino de Tino el Pitu o de quien la cantara (y recuérdese que la tonada minera se cantaba sobre todo en chigres y que las mujeres no iban a los chigres), aunque creemos que también debido a otras razones que a partir de ahora iremos aventurando:
Por un galán yo muero
que es el mejor picador,
el más valioso y chistero
del grupo de Rimadero
que es la mina de carbón.

La carbonera se muere,
se muere de mal de amor,
por un minero a quien quiere
aunque fuere lo que fuere
ante too ye picador.

El picador de primera
el as de la regadera
que al montón gana la plata
y al montón la desbarata
por borracho y calavera.

No tiene sangre de rana,
es bravo y trabajador;
de la noche a la mañana
él canta "La Langreana"
con alegría y primor.

Él quiere con loco afán
a la negra carbonera
que ha lavado su hermosura
muchas veces con champán.

¡Ha llegado la ocasión!
Ebrio de vino y pasión
dio como un tigre un zarpazo
y partió de un navajazo
a un rival el corazón.

Desde entonces en prisión
amargado sufre pena
porque sabe que de amor
en la villa del carbón
se muere su carbonera.
Igualmente significativa nos parece (por el dicen y la mala nota, sobre las que luego volveremos) esta otra canción de carbonera:
Dicen que les carboneres
que tienen muy mala nota:
Carbonera ye la mía
y nun la cambio por otra.
Y dos ejemplos más, para terminar el repaso a las canciones de carbonera. El primero, una excepción a tanto "dicen", un precioso ejemplo de canción gozosa de amor sin ninguna "nota" que estorbe:
El primer besu que dí
fue a una neña de El Fondón,
como taba trabayando
tou ménllenó de carbón.
El segundo, una canción en la que el dicen y la mala nota no sólo han desaparecido, sino que, al contrario, a quien encontramos trabajando de carbonera es a la propia Virgen (aunque tengo noticias de que la palabra virgen es en realidad un piropo ponderativo dirigido a una joven carbonera de Carbayín):
La Virgen de Carbayín
anda al carbón pa Varela.

¡Ay, madre, qué guapa ye
esta Virgen carbonera!
Y después del repaso, volvamos a nuestra pregunta del principio: Además de este puñado -por cierto, tan escaso- de canciones populares en las que se canta a las carboneras, ¿no hay ningún otro ejemplo de canción de trabajo, de amor, de llanto, en la que lo que encontremos sea a las propias mujeres carboneras cantando de sí mismas?
Que nosotros sepamos, además del caso de La Carbonera del que ya hablamos más arriba, sólo en otros dos ejemplos. El primero es una canción claramente minera, una brevísima "cuarteta" que sin embargo servirá sin duda para añadir alguna pista a aquel dicen y aquella mala nota y otros pequeños indicios con los que nos hemos ido topando anteriormente... ¿O acaso no resulta enormemente significativo que esta pequeña cuarteta, la única canción minera con un yo claramente femenino que hayamos encontrado, empiece por la palabra aunque? ¿Y no es significativo que mientras que el picador de La Carbonera que encontramos más arriba, pese a ser borracho y calavera, manirroto y homicida, sea considerado por la carbonera como un personaje positivo por que por encima de todo es bravo y trabajador y en cambio encontremos ahora a esa misma carbonera justificándose y defendiéndose de la única mancha que tiene, precisamente la de ser carbonera, la de estar en la cadena, la mancha misma de ser minera y trabajar en el carbón?
Aunque estoy en la cadena
escoyendo la pizarra
nun tengo mancha ninguna
que nun me la lave l´agua
El segundo ejemplo es A la Pipiona, una de las canciones más conocidas y preciosas -y difíciles de cantar- de la canción asturiana y en la que puede incluso resultar difícil percibir el yo femenino con el que nació porque su letra ha sufrido varios añadidos y ese yo que canta -como antes el yo de la Carbonera- ha quedado encerrado en otros yo posteriores. Repasemos su letra:
A la Pipiona,
a la Pipiona madre
a la Pipiona
porque me da castañes
lleche y borona...

Por una duda,
dicen que no me quieres
por una duda
y esa duda villana
siempre fue tuya.

Carboneru, vuelve,
que estoy sola y nun puedo,
olvidar aunque quiera
al carboneru.
Leo en la Enciclopedia Asturiana que la Pipiona fue la primera mina que se abrió en el valle del Nalón -en Limosnera, El Entrego, en la Güeria Villar-. Y que pasó a la historia de la tonada y de la minería, entre otras razones, porque de ella salió esta canción, es decir, la que seguramente es una de nuestras primeras canciones mineras. Una canción nacida en una época en la que la Asturias rural todavía miraba asombrada una actividad que empezaba a teñir su paisaje de negro y en la que los alimentos del economato y el pan industrial no habían sustituido aún al alimento tradicional de los asturianos, la lleche, les castañes y la boroña:
A la Pipiona,
a la Pipiona madre
a la Pipiona
porque me da castañes
lleche y borona...
Una canción minera tempranísima en la que, sin embargo, aparece ya una palabra luego sospechosamente unida a la historia de mujeres mineras asturianas a lo largo de todo el siglo XX, como hemos ido viendo: la palabra duda:
Por una duda,
dicen que no me quieres
por una duda
y esa duda villana
siempre fue tuya.
Una canción nacida en una época en la que los trabajadores de las minas de carbón se llamaban todavía carboneres y carboneros porque aún no compartían el nombre de mineros con los otros del azogue, el cobre y otros tipos de minería:
Carboneru, vuelve,
que estoy sola y nun puedo,
olvidar aunque quiera
al carboneru.
Una canción que fue armonizada en los años 20 por el maestro Lavandera en su cancionero Alma Asturiana y grabada por primera vez no por una mujer, sino, como en el caso de La Carbonera, por un hombre, en este caso Ángel Martínez, El Maragatu, con acompañamiento al piano de Baldomero Fernández. Una canción a la que poco después Arsenio Fernández, El Polesu incorporó una nueva estrofa inicial que le quitó aquel protagonismo al yo femenino para convertirlo en mero espectador de la actividad minera...
Con el hachu y el candil
la regaera y picona
va el mio Pachu a trabayar
el lunes a La Pipiona.
Una canción a la que posteriormente -quizá, como en el caso de La Carbonera, para mayor comodidad del yo masculino que la cantaba- se le añadió una última estrofa que convirtió aquel primitivo yo femenino en un yo definitivamente masculino que ha sacado a la mujer de la canción para mirarla y "regalarla" siempre que ella se haga digna de que la regalen:
Alantre alantre,
alantre alantre,
neña,
alantre alantre,
ya se me fue el cariño
de regalarte.
Una canción cuya letra e historia parecen resumir perfectamente la historia misma de la relación de las mujeres con la mina asturiana en estos últimos ciento cincuenta años:
- La historia de una presencia y un protagonismo importantísimos en los primeros tiempos de la minería que, paulatinamente, a lo largo del siglo XX -a medida que las sucesivas crisis mineras hicieron que los puestos de trabajo escasearan y fueran considerados propiedad exclusiva de los hombres- le fueron arrebatados a las mujeres, convirtiéndose la mina en un universo laboral y semántico excluyentemente masculinos.
- La historia -inseparable de la anterior- de una creciente marginación moral y social de la figura de "la mujer minera" a medida que el nuevo concepto de lo femenino que vendían las revistas de modas y moral de los círculos burgueses y el Círculo Católico iba llenando los ojos y la mentalidad de las organizaciones obreras -y de las propias mujeres que, viéndose obligadas a trabajar en la mina -es decir, donde lo había- se veían a la vez empujadas a mirarse a sí mismas en un espejo social que les devolvía palabras feas, sucias, negativas, acusadoras y que por ello no dudaron en asfixiar o esconder su sentimiento y su voz de mineras.
- La historia, en definitiva, dentro de la canción minera, del silencio de esa primera persona minera femenina singular del que arrancaron nuestras preguntas.

Y ya para terminar, queremos volver a insistir también en aquella propuesta que hacíamos al principio y recordarles desde aquí, a todos los que a partir de ahora se dediquen a estudiar la Asturias minera, eso que las propias mujeres mineras parecen empeñadas en olvidar: que en el corazón de la minería masculina, hay un yo minero latiendo y sintiendo en primera persona del singular femenino... Y que sólo cuando lleguemos hasta él podremos decir que de verdad hemos llegado al corazón de la Asturias minera.

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