jueves, 7 de mayo de 2015

Mujeres de hierro, madera y sal, de Lucía Fandos

"... Elles peleaben sin parar llenando los calderos, cargaben madera, vaciaben aquelles vagonetes que pesaben como demonios y que teníen que encarrilar encima de la vía, machacaben les piedres de mineral... no trabaja nadie y ojalá nadie trabaje como lo hicieron elles..."
Engracia Menéndez González, aguadora en la mina de Llumeres de 1951 a 1967
Con el nombre genérico de Minas de Llumeres se conoce la principal actividad minera que existió en Gozón, donde se explotó el enorme depósito de óxidos de hierro, hematíes principalmente, que forma el subsuelo de las parroquias de Bañugues, Heres y Verdicio. De este yacimiento, con pozos en Llumeres y Simancas, se obtuvo, como media, mas del 40 por ciento del total de mineral de hierro asturiano y, en especial, de los años veinte a los cincuenta del siglo pasado, constituyó el yacimiento la base de la minería de hierro regional.
La presencia de trabajadoras en este yacimiento parecer ser coetánea del inicio de su explotación por la empresa Duro y Cía. Así, en el censo de Vivienda de Gozón correspondiente al año 1867, en la parroquia de Bañugues, figuran dos mujeres: María Antonia Mayz, de 44 años, natural de Guipúzcoa, y Angela (sic), de 30 años, natural de Avilés - ambas casadas con mineros -, en cuyas fichas, en la casilla correspondiente a su profesión, figuran como mineras, sin más especificación acerca de la labor que desempeñaban. Desde entonces y hasta un siglo después en que, con siete trabajadoras, la empresa cesa la explotación de las minas, la presencia de mujeres es continua, alcanzando su máximo en el intervalo 1938-1942. En 1939, son más de 60 las mujeres que trabajan diariamente en el yacimiento, aumento ocasionado por la falta de personal masculino como consecuencia de la Guerra Civil y la necesidad de no parar la producción.

División del  trabajo femenino

Los distintos trabajos que las mujeres realizaron en el yacimiento de Llumeres, salvo contadas excepciones, fueron siempre en el exterior de la mina, al aire libre, y de forma genérica los podemos dividir en dos grupos, según estuvieran o no en contacto con el mineral. Así, dentro del primero nos encontraríamos con las cargadoras y paleadoras, a quienes se les daba la categoría de peones minero; y en el segundo caso, a aquellas que se dedicaban a las labores de servicio, donde se incluyen las aguadoras, lavanderas, limpiadoras, cocineras y telefonistas.

Paleadoras y cargadoras

Constituyen el grupo más importante, tanto por su número - más de 60 en el periodo de referencia - como por la naturaleza de su trabajo, siempre en contacto con el mineral de hierro, destino que implicaba un gran esfuerzo físico. Su trabajo en condiciones normales, monótono y agotador, consistía en hacerse cargo del mineral que salía de los pozos, transportándolo en vagonetas y cargándolo posteriormente en los calderos, en los que, de forma interrumpida, y a través del cable aéreo, se enviaría a la estación de ferrocarril del Regueral.
Cargadoras: su misión era el transporte del mineral desde el depósito donde se almacenaba hasta la zona de carga de los calderos, donde trabajaban las paleadoras.
Del interior de la mina salía mineral en bruto - todo uno - cargado en vagones (de 1500 kg de capacidad cada uno) tirados por mulas hasta un depósito donde era basculado. A partir de ese momento, empezaba el trabajo de las cargadoras: accionando una palanca daban salida a parte del mineral de este depósito a través de una tolva, cargándolo en vagonetas de unos 1000 kg de capacidad. Posteriormente, estas mujeres, formando parejas, empujaban las vagonetas hasta la zona de carga de las paleadoras.
Una vez allí, basculaban el mineral abriendo una trampilla del lateral de la vagoneta, operación en la que ésta habitualmente descarrilaba teniendo ellas que levantarla y volverla a encarrilar. Dado su elevado peso, las dos mujeres cargadoras necesitaban ser ayudadas por otras compañeras. Colocada sobre los raíles, regresaban de nuevo al depósito para repetir la misma operación.
Peleadoras: Depositado el mineral en el suelo de la zona de carga, comenzaba su trabajo: cargarlo a paladas en los calderos que, mecánicamente, de forma continua, eran transportados por cable aéreo hasta el Regueral.
Para cargarlos, las paleadoras formaban parejas, situándose cada mujer a un lado del caldero; la distancia entre éstos era de unos cuarenta metros, con una cadencia de dos minutos entre ellos; su capacidad, sobre 350 kg de mineral, suponía para llenarlo unas diecisiete paladas: "...había que espabilar porque venía el siguiente caldero y dábate en el culo y tumbábate redonda como no anduvieras ligera..."
Sin embargo, el trabajo de estas mujeres, tanto paleadoras como cargadoras, era tan variado que se puede decir que estaban en el exterior de la mina para lo que hiciera falta ya que, con asiduidad, eran empleadas en los trabajos más dispares.
En cuanto a su indumentaria, cada una vestía a su manera, con lo que podía o tenía, coincidiendo únicamente en su calzado: les madreñes.
El trabajo se realizaba en tres turnos que iban rotando, cada uno de ocho horas:
Mañana: de 6 a 14 h.
Tarde: de 14 a 22 h.
Noche: de 22 a 6 horas.
En cada turno se disponía de una media hora para descansar y comer el bocadillo o lo que llevaran en una pota de casa o les acercara algún familiar. Descansaban un día a la semana, el domingo. Sin embargo, cuando la demanda de mineral aumentaba, podían continuar unas horas más, incluso domingos por la mañana; a esta actividad, fuera de las ocho horas habituales, la denominaban ir a tarea o práctica de endoble, pues, por cada hora así trabajada, se pagaban dos.

Artículo de Lucía Fandos para el Primer Encuentro de Escritores de la Mina, organizado por GRUCOMI en 2001

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