Arriba. Abajo ¿Nombres? Yo no recuerdo ninguno entre mis labios.
Sólo el enorme, anónimo, del genérico esfuerzo.
El que expanden las arduas muchedumbres activas,
cuando los otros nombres ya olvidaron sus cuerpos.
En rebelión de músculos y torsos distendidos,
yo os he visto ganar un cielo cada día
y ese pan merecido, que al llegar a la boca,
tiene el sabor caliente de vuestra propia vida.
¡Hombres de hollín y lodo! Menhires elevados
como un tenaz milagro de voluntad y tiempo,
con el pico en el aire, o con la pala al hombro,
sobre el paisaje ardido de escorias y de aceros.
Cuando agoniza en largo gemido la sirena
y el alba azul exprime los panales del sueño,
ya en pie, terca milicia, de harapos y alpargatas,
camináis a la fiesta de la tierra y el fuego.
A esa bárbara fiesta en que el martillo es pájaro,
y son los yunques rojos surtidores de estrellas;
los altos hornos brindan su sangre a los ponientes
y cazan nubes albas las negras chimeneas.
A la fiesta hervorosa, de los bosques eléctricos,
donde las grúas famélicas rumian huesos de rocas
y van las sucias crías de vagones piantes
colgadas en las ubres de las locomotoras.
A la fiesta rodante de las trémulas fábricas,
donde el metal agita su candente epilepsia
y lanzan sus metáforas violentas los motores,
en la música negra de émbolos y poleas.
A fiesta plutónica del filón millonario,
allá, en los fondos negros de la mina inexhausta,
cuando zumban los pulsos del mundo en vuestras sienes
y sobre vuestros hombros cabalgan las montañas.
Tenéis toda mi vida pequeña en vuestras manos,
cunas de los asombros más dulces de mis días;
aquella vida rubia que se me fue riendo
por el áspero y roto paisaje de la mina.
¿Nombres? Yo no recuerdo ninguno entre mis labios,
sólo el enorme, anónimo, del genérico esfuerzo.
¡Hombres de hollín y lodo! ¡Mineros de Río Tinto!
Yo os guardo en el más alto mirabel del recuerdo.
José María Morón,
Actas del Tercer Encuentro de Escritores de la Mina, abril 2005
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