viernes, 15 de enero de 2016

Hace 130 años de "Las Indias Negras" de Julio Verne, Pedro Fandos (2007)

La vieja mina de Aberfoyle en Escocia, que se creía agotada desde su cierre diez años atrás, vive una súbita y misteriosa reactivación cuando el viejo capataz Simón Ford, resistido a vivir y morir en las profundidades del pozo Yarow de la cuenca Dochart, hace un sorprendente descubrimiento y se lo comunica al antiguo ingeniero, James Starr, mediante una breve y misteriosa carta. Así comienza Julio Verne su novela "Las Indias Negras":
"Si usted se sirviera visitar mañana el pozo Yarow, le será comunicado un hecho que le interesará. Harry Ford, hijo del viejo capataz Simón Ford, le esperará durante todo el día en la estación de Callander"
Hacía un década que el ingeniero había presidido la simple pero emocionante ceremonia de clausura de la explotación ante la última vagoneta:
- ¡Este trozo de carbón es como el último glóbulo de sangre que circulaba por las venas de la hullera! Lo conservaremos como conservamos el primer fragmento que se sacó, hace 150 años..., ¡Entre ambos pedazos, cuántas generaciones de mineros se sucedieron en nuestros pozos!... No olvidéis que hemos vivido y trabajado juntos, y que entre los mineros de Aberfoyle será siempre un deber ayudarse en momentos de dificultad".
El ingeniero, confiando en la sensatez de su viejo capataz y atraído por el misterio de la carta, decide viajar en secreto a la cuenca minera. Allí se encuentra con un Simón Ford que ha decidido construirse su casa en e interior de la mina abandonada y vive con su mujer e hijo en las profundidades terrestres, ajenos a los cambios meteorológicos y sociológicos de la superficie. En diez años ha tenido tiempo de hurgar todos los rincones del yacimiento y ha descubierto una increíble capa cuya explotación reactivará la vida de Aberfoyle durante generaciones.

Portada original de Las Indias Negras de Julio Verne

Les Indes noires se publicará en Le Temps del 28 de marzo al 22 de abril de 1877. Así pues, se cumple su 130 aniversario durante este IV Encuentro de Escritores de la Mina (2007). No deberíamos juzgar su calidad literaria desde las actuales exigencias estéticas pues son otras las circunstancias que priman a nuestra sensibilidad. Digamos tan solo que es una obra sencilla, con exceso de diálogos y una cierta previsibilidad.
Julio Verne (Nantes 1828, Amiens 1905) debió de escribirla a raíz de su viaje a Escocia en 1859 (viaje que no se publicará hasta mucho después de su muerte). Una vez más, se aprecia detrás de las palabras del gran autor francés la cuidadosa lectura de textos científicos y el contacto con naturales que pudieran ilustrarle en la fantasía que sin duda busca con tanto derecho como honestidad e ingenuidad.
En la febril producción de Julio Verne destaca la increíble serie de los Viajes Fantástico o Viajes Extraordinarios: medio centenar de novelas, muchas de ellas en dos o tres volúmenes. Son medio centenar de obras que, por desgracia, un siglo después de la muerte de Julio Verne, y salvando una docena que todos tenemos en mente -Cinco semanas en globo, Viaje al centro de la Tierra, De la Tierra a la Luna, Alrededor de la Luna, Los hijos del Capitán Grant, Veinte mil leguas de viaje submarino, Vuelta al mundo en ochenta días, Miguel Strogoff...- continúan siendo desconocidas para muchos que, como yo, nos hemos quedado poco más que con la versión cinematográficas. Apenas se han leído pero, a juzgar simplemente por sus títulos es seguro que en muchas de ellas descansan plagios e imaginaciones de cineastas, escritores, inventores y demás gentes de la fantasía, incluyendo los políticos, ¿o no se anticipó Julio Verne a la realidad con La compra del Polo Norte, La invasión del mar, La ciudad aérea, La caza del meteorito, Norte contra Sur, etc? He de confesar que Las Indias Negras llegaron a mis manos de la forma más ingenua e insospechada: un vecino de 11 años, Iván González Combrink, la puso en mis manos justo en este aniversario.
La novela, por entregas, se fue ilustrando con grabados de J. Férat en el mismo año 1877. Pese a que las copias circulantes resultan oscuras, y agradecerían una manita de photoshop, algunos de los grabados de Las Indias Negras deberían de incorporarse de pleno derecho a lo mejor de la iconografía minera.

Las Indias Negras, Julio Verne


Por sus páginas desfilan el paisaje de un castillete con horizonte de chimeneas, dos mineros que alumbran el tocón de un árbol fosilizado, otro minero que avanza encorvado con su candil bajo el maderamen de una entibación y la imagen, en fin, de la última voladura de dinamita en la que el protagonista se adentra decidido hacia la extraordinaria capa que aparece justo donde su padre había calculado. Tampoco faltan el accidente, la vieja canción minera, la inmensidad de la ciudad subterránea, con lago incluido, el amor de una joven que se nos antoja una "xana" de las profundidades, y hasta el misterio de un "trasgu" que, incomodado ante la perspectiva de la reapertura, está decidido a causar problemas por las nuevas galerías. Pero, para más detalles, véase la novela y homenajéese con ello al febril y fantástico escritor.

Pedro Fandos, artículo en las Actas del Cuarto Encuentro de Escritores de la Mina, 2007.

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