Los últimos druidas
Se nos va "Furaco",
el oso amoroso
Celso Peyroux
el oso amoroso
Celso Peyroux
Había llegado de Cantabria, hace de esto ocho años, con sus trescientos kilos de peso, el Tom Cruisse de los osos. El Adonis de nuestra fauna cantábrica, aunque su carnet de identidad era un poco incierto, pues se dice que procedía del levante europeo. Traía consigo el muy pintado, fornido, elegante y semental, “Paco Furaco”, la ardiente y amorosa misión de cortejar, seducir, calentar hormonas y montar a las hermanas gemelas: “Paca” y “Tola” que viven con nosotros, en estos hermosos Valles del Trubia, desde hace veinte años.
Vino, vio, olió, jugó, hizo furacos, pero, a pesar de su devaneos amorosos, no convenció a las gemelas y se nos va con más pena que gloria. Mejor hubiera sido uno de los galanes que viven en libertad por nuestros montes comiendo castañas, bellotas, arándanos, manzanas, alguna panoya, panales de miel y una cabra que otra. Después de tantos años las dos orfelinas se nos irán también un día al limbo de los animales nobles sin conocer varón y nos quedaremos sin descendencia. Si viviera Don Eladio, el cura de Barrio de La Somoza -sabio de osos y mujeres-, hubiera visto con buenos ojos la concupiscencia del novio cántabro y a los esbardos, fruto de un amor tardío, enredando en Buyera. Una lástima. Los mozos foráneos siempre fueron muy bien vistos y mejor recibidos por las rapazas de casa.
Furaco, Paca y Tola (foto de www.que.es)
Vino, vio, olió, jugó, hizo furacos, pero, a pesar de su devaneos amorosos, no convenció a las gemelas y se nos va con más pena que gloria. Mejor hubiera sido uno de los galanes que viven en libertad por nuestros montes comiendo castañas, bellotas, arándanos, manzanas, alguna panoya, panales de miel y una cabra que otra. Después de tantos años las dos orfelinas se nos irán también un día al limbo de los animales nobles sin conocer varón y nos quedaremos sin descendencia. Si viviera Don Eladio, el cura de Barrio de La Somoza -sabio de osos y mujeres-, hubiera visto con buenos ojos la concupiscencia del novio cántabro y a los esbardos, fruto de un amor tardío, enredando en Buyera. Una lástima. Los mozos foráneos siempre fueron muy bien vistos y mejor recibidos por las rapazas de casa.
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